Siendo pacientes y educados, aplicando mucha simpatía, pero nunca servilismo. Es una cuestión de honra que todos nos aprecien, incluso el encargado del edificio, el cartero, el vendedor de diarios o el plomero.
Jamás, bajo ningún pretexto. Pelear es una actitud plebeya. Todo puede resolverse con educación.
Derivar el foco, cambiando inmediatamente de sentimiento, antes que la emocionalidad produzca un disparate comportamental. Cambiar de tema o hacer un elogio es una buena solución.
Mantener la civilidad, pedir disculpas y asumir la culpa; de todas formas, el seguro va a pagar por el daño.
Si es alguien importante para nosotros, debemos calmarlo, escucharlo, darle cariño y comprensión. A veces, la persona también necesita tiempo para volver a la racionalidad.
Nunca debemos entrar en ese canal, en ninguna circunstancia. Debemos tener más autoestima.
Saludarlo siempre con una sonrisa; abrirle la puerta del edificio o del ascensor; disponerse para hacer algo por él; obsequiarle un libro nuestro (si tiene un perro, Ángeles Peludos; si no, elegir entre Yo recuerdo… y Ser Fuerte. Pero en ninguna circunstancia el Buenas Maneras ni el Método para las Buenas Relaciones Afectivas).
Me aparto discretamente de esa amistad. Las personas conflictivas y provocadoras pueden comprometer mi carrera y destruir mis otras amistades.
La palabra dada es sagrada. Sé muy bien que quien no tiene palabra cae en el concepto de toda nuestra comunidad. Pierde la confiabilidad y adquiere mala reputación.